lunes, 24 de septiembre de 2012

CAP 1. Recuerdos, sonrisas y lágrimas.


MARTA.

El despertador sonaba sin parar, pero aún así, me costó bastante tiempo acertar a apagarlo. Me iba a volver a dormir, cuando decidí mirar la hora que marcaba el reloj. Mierda. Eran las 8:15 de la mañana. Lunes 17 de Diciembre. Era el último día del Trimestre, pero aún así, tocaba ir al instituto.

Me dispuse a arreglarme rápido, no podía llegar tarde, tenía clase con mi tutor y hoy daban las notas de la evaluación. Por el momento, tenía todo aprobado, absolutamente todo, y con nota, menos inglés, se me daba mal, no podía evitarlo, y por más que mi tutor había intentado que entendiera algo, no era capaz, ni él, ni yo.

Terminé de prepararme, cogí una sudadera y salí de casa. El cielo estaba oscuro, nublado. Supuse que habría llovido por la noche. Hacía bastante frío. Me encontraba en un silencio total, no se oía nada. El silencio me intimidaba, me producía soledad, me deprimía. Era de ese tipo de personas que necesitaban estar siempre en compañía.

Caminaba por la calle pensando en cómo habían cambiado las cosas desde verano. Todos los recuerdos me traían sonrisas, aunque algunos me estaban haciendo daño. Me acordaba de los amigos que había hecho en la playa, de los bonitos momentos que había pasado con mi ex-, Carlos, momentos que ahora me pasaban factura, momentos que quería revivir, y momentos que quería olvidar, por el bien de mi mente. Suspiré, sabiendo que pensar esas cosas solo me rallaban, y a pesar de que ya habían pasado 3 meses, no lo había superado. Me dolía tanto recordarle... Me dolía alegrarme de cada puto momento bonito que recordaba a su lado, me dolía que me hubiera engañado, me dolía no haber sido suficiente para él. Había fallado. Me dolía haberme creído cada uno de sus ''Te quiero'', me dolía haber confiado en él, me dolía pensarle. De repente, noté como una lágrima recorría mi cara. Procuré contener las demás, y dejé recorrer la lágrima por mi mejilla. Me enjuagué las lágrimas, con las manos.
Decidí apartar esos recuerdos a un lado y continué recordando. Me venían a la memoria muchas cosas, para empezar, el primer día de clase, empezaba un colegio nuevo, con gente desconocida, y, como era de esperar, con mucho miedo. Desde pequeña, había tenido miedo al rechazo, me daba miedo sentirme sola, me daba miedo no encajar. Ese día fue un descontrol, me sentí perdida, caminando a duras penas por los pasillos llenos de gente, agobiada, intentando encontrar la clase de 4ºB, preguntando a algunas personas dónde se encontraba. Hasta que al final, conseguí llegar, aunque 5 minutos tarde, cuando el tutor ya había llegado. Pero aún así, me dejó entrar, no sin recordarme las normas de puntualidad del centro. Me acuerdo de la primera impresión que me dio la clase, cálida, alegre, pero aún así, tenía miedo, creo que hasta me temblaban las piernas del miedo. Pero intenté parecer fuerte, mostrar valor, y no preocuparme de lo que pasara. Al terminar la presentación, todo el mundo se acercaba a mí, como si fuera interesante, y me preguntaba cómo me llamaba y el colegio del que venía. Pero sin embargo, nadie me incomodaba. Al día siguiente, andaba menos perdida, empecé a conocer gente. Las personas eran agradables, simpáticas, no me hacían sentir mal. Conocí a un grupo de chicas, y desde que las conocí, todo cambió, se convirtieron en mis mejores amigas, en algo sin lo que no podía vivir, y que estaba super orgullosa de haberlas conocido, que me habían acompañado en los buenos y en los malos momentos, en mis depresiones, en mis alegrías, en todo. Éramos inseparables, hasta compartíamos gustos parecidos. Gracias a ellas, muchos de mis miedos se habían disipado. Habían desaparecido. Las semanas transcurrieron rápidas, entre risas, y cada vez me sentía mejor, más feliz. Procuraba estar siempre alegre, porque para mí, era una necesidad, aunque había días en los que me daba por recordar, como hoy, días tristes y apagados, días en los que estaba de bajón, pero era inevitable, aunque ya lo tenía asumido, mis heridas tardarían en cicatrizar. Sin querer, volví a pensar en Carlos. Ahg, no me lo podía creer, ¿Por qué no le olvidaba? ¿Por qué me costaba tanto olvidar el dolor? Negué con la cabeza de un lado al otro, mientras me recriminaba a mí misma y en voz alta lo idiota que era. 

De repente, una voz me sacó de mis pensamientos, asustándome, ya que creía estar sola.
- ¿Idiota por qué? - dijo.

- Hola Niall - dije intentando ocultar todo lo que había estado pensando, intentando ocultar mi estado de ánimo.

- Hola Marta - dijo sonriendo como solo él sabía, con una dulzura mezclada con inocencia que le hacía parecer adorable. - ¿Qué te pasaba antes?

- Nada, no te preocupes - dije intentando sonreír, aunque no fue muy convincente, según el gesto de preocupación que expresó la cara de Niall.

- Pequeña, ¿Has estado llorando? Además, ¿Qué te he dicho yo de sonreír cuando no te apetece? - Niall hizo una pausa, como si pensara lo que iba a decir... Nos paramos en medio de la calle. A escasos metros del instituto, aunque no había apenas gente y no se oía nada.- Mira, si es por el chico ese de verano, sólo te voy a decir una cosa, no te merecía, al igual que no te mereces tú estar pasándolo mal, ¿Entiendes? Que si quieres pasarlo mal y estar de bajón, hazlo, estar de bajón no es malo, lo que es malo es no saber levantarte, y que si tú no te puedes levantar solita, que me tienes a mí para tenderte una mano, para ayudarte, porque yo voy a estar aquí para lo que sea.

No sabía qué decir. Nunca lo sabía, era sosa en lo que a expresar sentimientos respectaba... Solo sabía que Niall era un cielo de chico, era una de las mejores personas que conocía y mi mejor amigo. Era demasiado bueno conmigo, siempre me ayudaba, me animaba, me hacía sonreír, me hacía feliz tenerle a mi lado. Siempre me dejaba sin palabras, y esta vez no iba aser una excepción. No dije nada, no me salían las suficientes palabras para agradecerle todo lo que hacía por mí, le miré a los ojos, unos ojos llenos de vida, unos ojos que inspiraban alegría, y sonreí, no fue una sonrisa muy grande, pero fue sincera, quizás algo tímida y con algún toque triste, pero fue de felicidad por tenerle a mi lado, por poder contar con él. Me acerqué a él y le abracé dulce pero con fuerza, como si no quisiera apartarle nunca de mí, un abrazo repleto de sentimientos, repleto de agradecimiento, repleto de cariño.
- No sé que sería de mí si no estuvieras a mi lado. - dije sonriendo, y algo más animada que antes.
Me devolvió la sonrisa y me tendió un pañuelo.

- Anda, entremos, que Juan nos va a matar a los dos... - me contestó Niall.

Entramos corriendo al instituto, pensando en la bronca que nos iba a echar el tutor, y, como era de esperar, llegamos tarde, pero aún así, se presentaba un gran día.


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