sábado, 20 de abril de 2013

CAP 3. Aeropuerto.


MARTA.

Hacía frío, como siempre. Era de noche todavía, y no se oían apenas ruidos en la calle. Estaba oscuro, pero se podían distinguir siluetas gracias a los pequeños rayos de luz que se dejaban entrever por una de las ventanas del salón.
Me di cuenta de que era la única que estaba despierta. A mi lado estaba Elena, arropada totalmente de la cabeza a los pies. Decidí levantarme de la cama, y me puse a mirar por los pequeños huecos que dejaba la persiana de la ventana. Hacía mejor día que ayer, por lo menos hoy la niebla no lo tapaba todo y parecía que hoy por fin iba a salir el Sol, aunque todavía faltaba un poco para que saliera. Las calles estaban vacías y las luces de las casas apagadas, no sabía por qué, pero hoy ese extraño silencio no me inquietaba, hoy esa extraña calma me relajaba. Hoy tenía la sensación de que nada iba a salir mal, hoy tenía un buen presentimiento. Sonreí entusiasmada. Empecé a pensar en todo lo que podríamos hacer, en todo lo que podríamos visitar, en la de buenos momentos que seguramente fuéramos a vivir. Y de repente, el sonido del despertador me sacó de mis pensamientos.

Volví al sofá-cama donde dormían Elena y María, y apagué el despertador. Ninguna de ellas se había despertado. Cogí mi móvil y miré la hora que marcaba. Las 5.
- Putas, que Londres nos espera. - grité yo entre risas.
Poco a poco fueron abriendo los ojos. Elena se levantó rápidamente, en cambio, María me tiró una almohada y se tapó con la manta, pidiéndonos que la dejáramos dormir.
- Si no nos despertábamos ya, llegaremoss tarde. - le dijo Elena a María.
María se levantó a regañadientes, pero en general nos despertamos todas de buen humor, sonrientes, alegres. Una palabra retumbaba en nuestras cabezas, Londres... Londres, nos esperaba Londres.

Mi madre bajó las escaleras, totalmente vestida ya, y nos empezó a dar instrucciones. Desayunamos rápido, con prisa, y nos vestimos. Cogimos las últimas cosas que no habíamos metido en la maleta y salimos de casa. Eché una mirada atrás, a mi casa, sabiendo que aunque fuera por una semana, iba a estar lejos de ella. Sonreí, y cerré la puerta con llave.

Al salir noté el frío que hacía esa mañana, pero pude comprobar cómo poco a poco iba saliendo el Sol y cómo la niebla era inexistente. Miré alrededor. En verdad, vivíamos en un pueblo bonito. Además este año había nevado, y las calles tenían un toque invernal que me enamoraba. Teníamos la ciudad cerca y los vecinos eran simpáticos. Me gustaba, era mi sitio preferido de entre todos los sitios donde había vivido.

Metimos las maletas en el coche negro y grande, el de 7 plazas que compramos hace ya 3 años, y subimos al coche, que empezó a recorrer las calles con rapidez. Miré la hora, eran las 6, y nos quedaban 30 minutos para llegar al aeropuerto.
Estábamos más despiertas que nunca, a pesar del madrugón y de las horas que eran. En Londres apenas podría utilizar el whatsapp, así que le envié un whatsapp a Niall de despedida. Pasé los 30 minutos restantes del viaje hablando sin parar, riéndome a cada palabra, y ante todo, nerviosa.

Mi madre nos fue explicando dónde debíamos ir, cómo debíamos comportarnos, dónde teníamos que dejar las maletas... Y al final, llegamos al aeropuerto. Todavía nos sobraban un par de horas y nos sobraba tiempo. Facturamos las maletas y pasamos el control de la policía. Llegamos a una zona del aeropuerto que estaba llena de tiendas y sitios donde comer, donde teníamos que quedarnos hasta que 10 minutos antes de que despegara el avión.
Llevábamos tan solo el equipaje de mano encima, estábamos nerviosas, felices, entusiasmadas, con muchas ganas de pasarlo bien. Quedaba todavía una hora y media para el despegue de nuestro avión, así que decidimos ir al McDonals a tomar algo, a pesar de haber desayunado hace apenas 1 hora, pero estábamos demasiado ansiosas y nerviosas.

Ya había amanecido por completo, y el frío de la noche estaba dando paso a un día soleado y cálido en aquel pequeño aeropuerto español. Pedimos todas una hamburguesa y algo de beber. La verdad es que nos sentó muy bien, por lo menos vimos pasar algo de tiempo.
Mis amigas terminaron rápido de comer, pero en cambio, a mí, que siempre había sido lenta comiendo, me quedaba un rato. Elena y María se fueron al baño y me quedé sola. Terminé de comer, me levanté y salí fuera, esperando a que salieran del baño.
Estaba twitteando tan tranquila, cuando de repente, vi a un chico moreno corriendo rapidísimo a través del aeropuerto. Me quedé quieta, mirando en su dirección. Vi cómo se acercaba poco a poco, y cuando me quise dar cuenta, le tenía a 1 metro escaso. No tuve los suficientes reflejos y no conseguí apartarme, y terminamos chocándonos. Nos caímos al suelo. Y es que ocurrió todo demasiado rápido y no le vi llegar, no sabía muy bien qué hacer, y me había hecho bastante daño. Mis ojos tardaron alrededor de 5 segundos en conseguir ver algo que no estuviera borroso. Vi al chico moreno, en frente mía, algo aturdido también.
De repente reaccionamos los dos, y empezó a pedirme perdón en inglés. Recogimos los papeles que habían salido volando y me ayudó a ponerme de pie y me sacudí un poco la ropa, me di cuenta de que el vaso de CocaCola se me había caído encima y que me había mojado bastante. Continuó pidiéndome perdón hasta que le dije en español que no pasaba nada, que estaba bien. Me fijé un poco más en él, era alto, bastante, me sacaba una cabeza o así, era guapo, unos ojos grandes pero bonitos, tenía el pelo rizado y una voz dulce, entrecortada, debido al esfuerzo que había hecho corriendo.
Era una situación rara, demasiado previsible, demasiado típica, era una escena como de película, en la que un chico se choca con una chica y acaban los dos enamorados, pero no, no era posible, no le veía ningún sentido, principalmente porque no lo tenía. Pero ahí estábamos, él y yo, de pie, sin saber qué decir. Mi mente trabajaba muy rápido, mis pensamientos se amontonaban, estaba atascada y no sabía que decir, menos mal que fue él decidió volver a hablar.
- Lo siento mucho - dijo el chico con un cierto toque inglés.
- No pasa nada, de verdad, estoy bien. - Todavía estaba un poco desconcertada, pero ya estaba bien.
- En serio, lo siento, si puedo hacer algo por ti, o algo... - dijo mientras miraba la hora que marcaba su reloj.
- Anda, vete, seguro que llegas tarde.
- Sí, un poco, espero verte de nuevo, te debo una disculpa. - Y dicho esto, se fue.
Vi cómo salió corriendo de nuevo, vi como volvió una vez más su mirada hacia atrás, mirándome por última vez preocupado, vi cómo dos chicos que también iban corriendo se acoplaban a su lado. Vi cómo se marchaban a lo lejos.

Busqué con la mirada a mis amigas, acababan de salir del baño, y me preguntaron preocupadas qué es lo que había pasado, ya que estaba empapada de CocaCola. Empecé a contarlas lo que había pasado cuando decidí mirar la hora. Mierda. Faltaban 5 minutos y llegábamos tarde, debíamos coger ese avión. Nos pusimos a correr como si nos fuera la vida en ello, y al cabo de 3 minutos corriendo desalentadas, llegamos a la puerta de embarque. Cansadas, acaloradas, nerviosas y agobiadas, conseguimos entrar en el avión y sentarnos en nuestros asientos. Escuchamos atentamente las instrucciones que la azafata nos iba diciendo, mientras calmábamos nuestras respiraciones y nos poníamos los cinturones. El avión despegó, sonreí, en mi mente solo quedaba la idea de Londres.